Una actitud machista muy ligada al uso del insulto y a la falta de argumentario para debatir con las feministas es la utilización, con el objeto de increparlas y acallarlas, de una particular guía de insultos e improperios, cuyo apelativo más destacado en los últimos tiempos es el califativo «feminazi».

Pero la verdadera conducta micromachista es aquella de quien escucha complaciente este calificativo, aunque no se atreva a usarlo nunca. En palabras del sociólogo Luis Bonino, “más que las aguas del exabrupto machinazi, ofensivo e indignante, hay que defenderse de las aguas mansas de los colaboracionistas que buscan retorcidas razones para frenar la corresponsabilidad, la paridad o el fin de las mil formas de hacer negocio con el cuerpo de las mujeres”.

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